La vida pasa, con sus circunstancias inalterables a la vida, ya que por muchas vueltas que pretendamos darle para que todo cambie, lo que ha de pasar pasará, antes o después.
Intentamos el olvido, que creemos conseguido, pero que nunca sucede, a pesar de los años siempre encuentras gestos, olores, lugares y momentos, que sin pedir permiso te llevan a dar una vuelta por el pasado, ese pasado que tanto duele, pero que tanto inspira.
Una inspiración que te lleva a escribir cosas como las que aún no me atrevo a expresar, por miedo, por no saber, o quizá, por no querer desprenderme definitivamente de tantos momentos de inspiración compartidos con nadie, más que conmigo misma.
Aún en silencio, a pesar del tiempo, sufres, el daño sigue pero la herida va cicatrizando poco a poco. En determinados momentos la rozas y duele, pero pasas tu mano con suavidad y el dolor se va calmando, y sigues adelante, sin pensar, intentando olvidar, y disfrutando de la nueva oportunidad que te ofrece el destino. Y lo consigues, pero no estás bien. Te sientes feliz, pero cuando te acarician notas la cicatriz, que no duele, pero que te acompaña siempre y sin querer te lleva donde te propusiste no volver.
Pero el destino es traicionero, la vida de vez en cuando da un giro de 360º que no esperabas, y de sopetón te encuentras al principio, pero ahora solo hay dolor, tristeza, pena... la añoranza ya no existe.
Entonces intentas seguir adelante, pero en compañía. Te acompañan recuerdos, momentos, situaciones dolorosas pero también bonitas, reencuentros...
Reencuentros que parecen positivos, pero que tras compartir apenas dos palabras cordiales todo vuelve a lo de entonces... Y esa no soy yo.
No soy aquella que los ojos de otros ven, no, soy la que yo veo y la que ven aquellos a los que quiero y me quieren.
No soy la que hace daño, pero sí la que si puede, calma el dolor, sin segundas intenciones, sin maldad.
No soy la que hicieron de mí, no soy la culpable de mis cicatrices, soy la que cura las heridas para poder seguir adelante, sin que dejen marca, sin que dejen huella.
Porque en ocasiones solo son necesarias dos palabras que desde hace tiempo esperabas para ver todo con claridad...
Y así despedirte, quedándote como recuerdo, su sonrisa.
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